Desde pequeño siempre me he visto atraído por la naturaleza, su belleza, sus secretos. Siempre me ha gustado mirarla con ojos curiosos, fijarme en los detalles, disfrutando del momento, buscando lo diferente.
Mirando atrás, creo que toda mi vida he hecho fotografías. Incluso antes de tener cámara. Tengo infinidad de recuerdos estáticos en mi memoria desde niño. Recuerdo momentos y sobre todo, recuerdo lugares perfectamente que reconozco sin dudar al volver a verlos.
Fue a los 7 años cuando llegó a mis manos mi primera cámara. Una Instamatic de Kodak de negativos cuadrados. Aún conservo y sigue funcionando aquel pedazo de mi niñez.
Con el tiempo llegaron mis primeras cámaras réflex analógicas. Los controles manuales, la incertidumbre de cómo habría salido, la desilusión al abrir el sobre buscando una gran foto…que raramente llegaba.
Mi pasión por conocer y entender el mundo que me rodeaba me llevó a estudiar Biología Ambiental. Empecé a viajar siempre con la cámara a cuestas. Descubrí el revelado químico en blanco y negro. El asombro de ver surgir la fotografía de la nada. Si existía la magia…la fotografía formaba parte de ella, estaba seguro.
En el 2004 dí el paso a las cámaras digitales compactas y disfruté de su inmediatez… y de su falta de calidad. Hice fotos sin emoción, simples recuerdos, aunque importantes para mí.
En el 2008 compré mi primera réflex digital y volví a sentir la pasión por la fotografía de nuevo. La exposición manual, la creatividad con los distintos objetivos, el potencial del formato RAW... Poco a poco fui buscando información, muy dispersa por aquel entonces. El aprendizaje fue lento pero incansable, motivador.
No fue hasta el 2011 en un viaje a Islandia donde comencé a hacer lo que denomino “fotos con intención”. Intentando poner en práctica lo aprendido. Procurando pasar de captar simples recuerdo a tratar de hacer fotografías buscando trasmitir, intentando captar la belleza sincera del lugar. Aquel viaje lo cambió todo.
A la vuelta decidí apostar por seguir un nuevo camino profesional y vital, formarme en una gran escuela para entender y controlar la luz. No logré dominarla (qué iluso fui), pero descubrí el mundo de la fotografía de estudio, los flashes, el control de la iluminación… mi obsesión por la fotografía empeoró.
Desde entonces disfruto de cada disciplina pero reconozco que el Paisaje sigue siendo una debilidad. Ya no por la técnica o la espectacularidad de los resultado, sino por el hecho de estar allí para hacerla. Es lo realmente importante. La fotografía no es la herramienta… es la excusa para seguir viajando, viviendo y descubriendo.
Sigo en una búsqueda constante de información y de técnicas. Conociendo y aprendiendo de grandes fotógrafos, principalmente nacionales. Grandes fotógrafos, mejores personas con las que compartir imborrables momentos.
La búsqueda por mejorar continúa, por aprender, por seguir descubriendo lugares, por seguir mirándolos con otros ojos.
La fotografía me ha acompañado siempre y dudo que supere este gran vicio-afición-obsesión.
Aún queda mucho que ver, mucho mundo por descubrir, mucho por retratar, mucho por comparir.
¿Me acompañas?